Cupón de La Celestina


                                Presentación del cupón por Javier Hernández e Ismael Pinel - Festival La Celestina


La Once homenajea a Fernando de Rojas y su obra cumbre La Celestina en el sorteo del próximo 15 de septiembre, en el 550 aniversario del nacimiento del autor de La Puebla de Montalbán.

Toda la noticia: https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/pueblos/abci-fernando-rojas-y-celestina-cupones-once-202009062024_noticia.html


I Congreso CELPYC. Nueva York. 3-5 junio 2020

 Congreso CELPYC (pospuesto)

El congreso, que originalmente se iba a celebrar en The City College University of New York de 3 a 5 de junio de 2020, se ha pospuesto hasta el año que viene, de 2 a 4 de junio de 2021, en el mismo lugar.

Todos los detalles sobre los procedimientos para mantener la inscripción para la edición de 2021, cancelar la participación, solicitar el reembolso de las tasas de inscripción y/o la reserva de alojamiento, etc. se detallan en esta circular.
Toda la información sobre el Congreso Virtual CELPYC, que tendrá lugar en línea los días 4 y 5 junio de 2020 aquí.


La pícara Justina: una deformación paródica del Guzmán de Alfarache
La pícara Justina: a parodic deformation of Guzmán de Alfarache


Resumen
En el presente estudio se analizan las referencias textuales que unen el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán con La picara Justina. El Libro de entretenimiento reproduce estampas, aspectos, ideas, etc., de la gran novela picaresca. Estas conexiones, en ocasiones, van más allá de la mera imitación, y suponen una clara expresión burlesca al esquema picaresco y los fines didácticos del Guzmán.
Palabras clave: La pícara Justina; imitación; sátira burlesca; esquema picaresco; filosofía adoctrinadora; Guzmán de Alfarache.

Abstract
This analysis looks at the textual references that link Guzmán de Alfarache of Mateo Alemán with La pícara Justina. El Libro de entretenimiento reproduces aspects, ideas, etc, about the great picaresque novel. These connections at times go beyond mere imitation, and involve a clear burlesque expression to the picaresque squeme and Guzman’s teaching purposes.
Key words: La pícara Justina;imitation; burlesque satire; picaresque squeme; indoctrinating philosophy;Guzmán de Alfarache.

Introducción
Sabido es que La pícara Justina debe entenderse como una obra de burlas, dobles juegos, ironías, contradicciones y jeroglíficos, concebida para entretener a los cortesanos que en tiempos de Felipe III se habían instalado en Valladolid. Fue Marcel Bataillon quien con su perspicaz intuición, inició la comprensión intrínseca del libro dentro de su contexto social e histórico. El maestro galo descifró el texto que concibió como un roman à clef repleto de acertijos y jeroglíficos con referencias a la actualidad cortesana encubiertas que divertían a sus contemporáneos, porque entendían su doble significado (doublé entendre), pero indescifrables para el lector moderno.
Desde esta perspectiva, la más importante a nuestros efectos, la lectura calidoscópica de la obra sugiere una dimensión festiva, donde la burla y el ‘disfraz’ lo alcanza todo[1]. Nada escapa a la ironía venenosa y mordaz en sintonía con el humor bufón-carnavalesco tradicional del mundo al revés[2].
El propósito que guía este estudio es analizar el diálogo intertextual entre La pícara Justina y el Guzmán de Alfarache, en la imitación tácita de algunos temas y pasajes concretos, y en las concomitancias que van más allá de una simple copia, y que constituyen una clara expresión burlesca del esquema picaresco y la retórica del canon, esto es, el Guzmán de Alfarache. En otras palabras, el Libro de entretenimiento imita y ridiculiza la estructura y la filosofía adoctrinadora de la gran novela picaresca.

La presencia del Guzmán en La pícara Justina
Cuando Bruno Damiani reconocía a propósito de La pícara Justina que “el ‘disfraz’ alcanzaba todos los aspectos de la obra incluso su ostensible esquema picaresco” (1982, p. 6), se refería a que su autor había realizado una burlesca parodia del modelo, el Guzmán de Alfarache. Perspectiva igualmente adoptada por Luc Torres quien vio “una parodia o tergiversación del arte poética […] y de sus presupuestos estéticos y morales” (2005, p. 39). En cualquier caso, hay que convenir con Rosa Navarro que “Navarrete es adicto a la mentira y a falsearlo todo, “[…] porque El Pícaro fue ‘tan recibido’, a él se le ocurrió la idea de emular a su personaje con su supuesta pareja” (2007, p. 39).
La primera aproximación de factura burlesca se observa en el mismo título. El autor de La pícara Justina[3], aprovechando el éxito del Libro del Pícaro[4], como así se conocía, elabora un texto lleno de cinismo donde una seudopícara se pasea por diferentes romerías con el objetivo de divertir a un público cortesano. Su autor bautiza la obra como La pícara e invita al lector a que la entienda como una réplica a la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache. La siguiente noticia, que da fe de su modelo inspirador, la encontramos en la ilustración de la Nave de la vida pícara, donde, en el frontispicio, vestido de mendigo y sosteniendo un bordón, aparece Guzmán de Alfarache. Más adelante, entrados ya en la lectura, en el “Prólogo al lector”, López de Úbeda afirma haber “aumentado” su obra después de la publicación del Guzmán. A saber:

[…] me he determinado a sacar a luz este juguete, que hice siendo estudiante en Alcalá a ratos perdidos, aunque algo aumentado después que salió a luz el libro del Pícaro, tan recibido (p.16)[5].

En el “Prólogo sumario”, Justina escribe una carta a Guzmán, antes de desposarse con él, donde dice ser su novia. Y, en “La pícara novia” (Libro cuarto), finaliza el relato, afirmando estar casada con don Pícaro Guzmán de Alfarache: “mi señor, en cuya maridable compañía soy en la era de ahora la más célebre mujer que hay en corte alguna” (p.475). Estas cercanías a la obra de Alemán se completarían con el pliego suelto del romance de las Bodas de Guzmán de Alfarache con la pícara Justina, que se publicó en Barcelona en 1605[6].
Es más, la filiación al texto modelo se da en pasajes muy concretos. Si Guzmán engaña a un judío con un agnusdéi de oro (I, II,10), Justina hará lo propio con un agnusdéi de plata (“La pícara romera”, Libro segundo); si el abolengo de Guzmán consta de unos padres y una abuela de dudosa reputación, Justina se remontará hasta tres generaciones de familiares ignominiosos (tatarabuelos). Si el pícaro es mendigo (I, III, 11), la pícara se disfrazará de pobre envergonzante (“La pícara romera”, Libro segundo, cap. IV). Guzmán-limosnero hace alarde de su sutil ingenio para sobrevivir ajustando su arenga (ya sean devotos o devotas) para sacar mejores dádivas:

Los hombres no quieren plagas, sino una demanda llana, por amor de Dios; las mujeres devoción a la virgen María, a nuestra Señora del Rosario. Y así: “¡Dios encamine sus cosas en su santo servicio y las libre de pecado mortal, de falso testimonio, de poder de traidores y de  malas lenguas!”. Esto les arranca el dinero a cuajo… (p.269).

Si el pícaro da muestras indiscutibles de su sagacidad, Justina resultará más perspicaz en sus tretas. La pícara atrae a los mozuelos feligreses enseñando las mejillas, aumentando notoriamente  las limosnas:

También, a ratos, descubría un sí es no es de una mejilla en buena conyuntura y sazón, y vi palpablemente la eficacia de esta acción, pues hubo mozo que entró y salió seis veces en la iglesia con un antepós, solo por dar limosna a la envergonzanta ( p.290).

El episodio de Arenillas en la ermita de nuestra Sra. del Camino de León (“La pícara romera”, Libro segundo, cap. II), donde se ridiculizan algunos licenciados y bachilleres, guardaría analogías con Romería de Sta. María del Val del Guzmán (II, III, 4)[7] en la que se retratan las costumbres de los estudiantes de Alcalá. Reflexiona Guzmán sobre la vida de estudiante:

¡Oh madre Alcalá!, ¿qué dice de ti que satisfaga, o cómo, para no agraviarte, callaré, que no puedo? Por maravilla conocí estudiante notoriamente distraído, de tal manera que por el vicio –ya sea de jugar o cualquier otro- dejase su fin principal en lo que tenía obligación, porque lo teníamos por infamia. ¡Oh dulce vida la de los estudiantes! ¡Aquel hacer obispillos, aquel dar trato a los novatos, meterlos en rueda, sacarlos nevados, darles garrote a las arcas, sacarles la patente o no dejarles libro seguro ni manteo sobre los hombros! Aquel sobornar votos, aquel solicitarlos y adquirirlos, aquella certinidad en los de la patria! ¡El empeñar de prendas en cuanto tarda el recuero, unas en pastelerías, otras en la tienda, los Escotos en el buñolero, los Aristóteles en la taberna, desencuadernado todo, la cota entre los colchones, la espada debajo de la cama, la rodela en la cocina, el broquel con el tapadero de la tinaja! ¿En qué confitería no teníamos prenda y taja cuándo el crédito faltaba? (p.644).

En La pícara Justina, la protagonista ridiculiza la cuadrilla de estudiantes  de la Birgonia que pretende ultrajarla y de la que consigue zafarse emborrachando para finalmente escarmentarlos a azote limpio mientras duermen la mona dentro de la carreta. Justina los atiza y espanta con descomunales chillidos:

“Los beodos con mis grandes voces, despertaron despavoridos, y, como reconocieron que estaban en medio de la plaza de Mansilla, castigados por mi mano, y aun por la de Dios, como los de Senaquerib, acudían a derribarse del carro a toda furia” (p.187).

No acaban aquí las conexiones intertextuales. Marcel Bataillon (1982) vio en el marco de los textos afinidades en los narradores que escriben sus vidas en sus postrimerías, y en el matrimonio ventajoso de Justina, que tiene su modelo en el reconocimiento social de Guzmán y Lázaro. Algunos aspectos metalingüísticos, como la comunicación de abajo arriba (Aseguinolaza, 1992) o las expresiones escatológicas (Luc Torres, 2005) serían otras deudas explícitas del libro de Alemán. Finalmente, María José Tobar Quintanar[8] (2016) ha relacionado al personaje del Bachiller Antón Pintado (2ª parte del Libro II. Cap. 4) con el personaje de Guzmán[9].Las concordancias detectadas entre ambos textos se observan en las burlas escatológicas sufridas por los dos personajes, en los aspectos temáticos y verbales coincidentes, y en la acusada confrontación entre las respectivas teorías sobre lo cómico de Úbeda y Alemán. El personaje del bachiller es un pícaro charlatán y necio que hace gala de una “naturaleza verborreica y disparatada” (Tobar, 2016, p. 335). El galeote sevillano exhibe una charlatanería[10]excesiva contando cuentecillos folklóricos, apotegmas, discursos morales, etc. Son analogías suficientemente concluyentes para sostener, según la investigadora, que: “tras el personaje de Úbeda se oculta una parodia del pícaro hablador por excelencia a la altura del año 1605: Guzmán de Alfarache” (Tobar, 2016, p. 335).

Parodia a la estructura y filosofía adoctrinadora del Guzmán
Sin embargo, lo que más ha captado nuestra atención es la aventura interpretativa de algunas concomitancias textuales implícitas, que trastocan irónicamente el sentido moralizante y didáctico del Guzmán. La obra del autor sevillano se concibe como un libro de adoctrinamiento e intención moralizante “Atalaya de la vida humana”. Alemán construye un texto, donde un individuo pecaminoso relata sus aventuras deshonestas (autobiografía) para finalmente convertirse. Con este propósito, el escritor incorpora en el discurso extensas digresiones moralizantes que fusionan “cosas lascivas” con “la predicación evangélica de Cristo” (solemnes enseñanzas para sacar algún provecho de la trayectoria vital de su protagonista). El autor de La pícara no se muestra dispuesto a permitir que el germen moralizador emerja más allá del falso sermón, por eso, repudia los elementos sustanciales de lo propiamente didáctico, y propone un libro que imita jocosamente al Guzmán con un personaje bufonesco, esto es, una protagonista cabecilla de esa picaresca anti-Guzmán: “Lamáronme Justina porque yo había de mantener la justa de la picardía”. Una pícara que se burla de las pruebas de sangre y se enorgullece de la nobleza de su picardía (pícara por ocho costados).
La invectiva contra el canon se observa desde la misma “Portada” de la primera edición, donde se advierte de la finalidad pedagógica de la obra: “debajo de graciosos discursos, se encierran provechosos avisos”. Más adelante, en la “Aprobación”, se nos advierte del tono ameno de la misma “libro de apacible entretenimiento”, y en la “Dedicatoria a don Rodrigo Calderón”, el autor afirma haberla compuesto en su época de estudiante para entretener a su señor de los trabajos de su cargo.
El envite burlesco se dilata en los Prólogos. En el “Prólogo al lector”, el autor alaba, por un lado, a aquellos autores calificados de honesta doctrina que se han resistido a la perversión de introducir géneros inútiles y lascivos: “tan gustosos para los sentidos y cuan dañosos para el alma”; y, reprende, por otro, siguiendo los postulados del Concilio de Trento, a todos los libros nocivos basados en el deleite y el esparcimiento. Es más, el autor lanza su ataque contra los autores responsables de elaborar “inútiles libros”, en los que se mezclan cosas divinas con profanidades: “Y callo el agravio que hacen aun los mismos que escriben a lo divino a las cosas divinas de que tratan, hinchéndolas de profanidades y, por lo menos, de impropiedades y mentiras…”(p.15).
Es decir, aquellos autores como Mateo Alemán que tratan de conciliar en una misma obra enseñanzas morales con las aventuras son responsables de un gran agravio. No deja de resultar curioso (y, sobre todo, significativo) que unas líneas más adelante, después de reprender y lanzar puyas contra los libros lascivos, didácticos y moralizadores tipo Guzmán (que incluyen aspectos profanos y pecaminosos), se lea que se ha escrito un texto de parecidas características, porque según el autor: “no hay quien arrastre a leer un libro de devoción, ni una historia de un santo”. Por tanto, se ha determinado sacar a la luz un ‘juguete’ con: “el veneno de cosas tan profanas con algunas cosas útiles y provechosas”, a saber:

Si este libro fuera todos de vanidades, no era justo imprimirse; si todo fuera de santidades, leyéranle pocos, que ya se tiene por tiempo ocioso, según se gasta poco. Pues para que le lean todos, y justamente parezca bien a los cuerdos y prudentes y deseosos de aprovechar, di en un medio, y fue que después de hacer un largo alarde de las ordinarias vanidades en que una mujer libre se suele distraer desde sus principios, añadí, como vía de la presunción o moralidad….consejos y advertencias útiles, sacadas y hechas a propósito de lo que se dice y trata (p. 16).

Con todo, el escritor ha elaborado un texto –dada la dificultad de llegar al público masivo con obras exclusivamente devotas y santas–, donde se cuentan las vanidades de una mujer libre con moralidades provechosas (consejos y advertencias). Para Bataillon, 1982, el autor engaña al lector crédulo con su grave “Prólogo” y con los “aprovechamientos” discordantes con las historias cuya moraleja pretende sacar. Si Guzmán  incorpora abundantes digresiones moralizantes de carácter sermonario, siguiendo las elegancias retóricas de Cicerón como herramienta dogmática para redimirse de una existencia llena de tachas. Reflexiona así Guzmán sobre los actos vengativos y sus consecuencias perniciosas (I.I, IV):

Son las venganzas vida sin sosiego, unas llaman a otras y todas a la muerte. ¿No es loco el que, si el sayo le aprieta, se mete un puñal por el cuerpo? ¿Qué otra cosa es la venganza, sino hacernos mal por hacer mal, quebrarnos dos ojos por cegar uno, escupir al cielo y caernos en la cara? (p.117).

El  Libro de entretenimiento, en oposición, inserta admoniciones y “aprovechamientos” prolijos, vacuos y estériles, que nada tienen que ver con el capítulo que cierran. Leemos en el  Libro segundo: la pícara romera, el “aprovechamiento” final que cierra la primera parte, de escaso valor pedagógico:

La beodez no solo impide los buenos intentos y daña a la vida de la razón, pero hace que el que se embriaga peque más y guste menos. En especial note el lector en qué paran romerías de gente inconsiderada, libre, ociosa e indevota, cuyo fin es solo su gusto y no otra cosa (p.194).

Justina hace alarde de sus manchas y así lo defiende: “Siendo pícara, es forzoso pintarme con manchas y mechas, pico y picote, venta y monte, al uso de la mandilandinga” (p.26). Seguimos leyendo:“Porque yo, en el discurso de este mi libro, no quiero engañar como sirena, ni adormecer como Cándida, ni transformar como Circe o Medea…”(p.48). La sátira se completa cuando la pícara se declara non sancta con voluntad de convertirse. Al final de “La romera envergonzante” después de un “sermón cananeo” como irónicamente Justina tilda a los de Guzmán, la pícara divulga que:

 tengo esperanza de ser buena algún día y aun alguna noche; ca, pues me acerco a la sombra del árbol de la virtud, algún día comeré fruta. Y si Dios me da salud, verás lo que pasa en el último tomo, en que diré mi conversión (pp. 296-297).

Justina se burla de Guzmán, porque Mateo Alemán en la “declaración para el entendimiento de este libro” de la primera parte, predice el diseño de la segunda:

El mismo (Guzmán) escribe su vida desde galeras, donde queda forzado al remo por delitos que cometió, habiendo sido ladrón famosísimo, como largamente lo verás en la segunda parte ( p.64).

Y porque la vida de toda pecadora acaba en remordimiento y conversión. La declaración de la pícara es una farsa más. Justina nunca reflexiona seriamente sobre sus actos y jamás se produce tal conversión, todo responde a la actitud jocosa anti-Guzmán. La teorización es innecesaria y su enseñanza ni se observa en los “aprovechamientos” ni en sus arengas, porque la pícara no moraliza, moralizan otros. A esta sazón, la parte doctrinal de La pícara Justina se concibe como prédica inútil, porque la función moral y sermoneadora está bajo la tutela del narrador y no de la heroína, a diferencia de su homólogo masculino. Justina es “pícara” y no “sermoneadora”, por ello, cuando en algún momento de su discurso cae en la perorata, la protagonista se detiene y vuelve al tono ameno y jocoso. Esta singularidad nos advierte de la escasa voluntad de agitar ningún tipo de reflexión o conciencia moral como ocurriera con su modelo; la asfixia moral del Guzmán queda en acto provocativo, mofa y sátira. Como apunta Sánchez Díez: “el pícaro deja de ser pícaro para pasar quizá a hipócrita” (Sánchez Díez, 1972, p. 163).La burla del autor es doble, por un lado, ridiculiza los “aprovechamientos” con ejemplos a modo de pegotes inocuos, por otro, se apodera del discurso sermoneador del pícaro de tono ascético y moderado que sustituye por la monserga alocada de Justina, extraída de la tradición misógina[11].
Otro de los aspectos ridiculizados de la novela canónica es el carácter serio, taciturno y pesimista del pícaro Guzmán frente al temperamento jovial, divertido y dado a la chanza de Justina.  Durante su periplo, Guzmán se siente en muchas ocasiones melancólico y hambriento: “Llegué a una venta sudado, polvoroso, despeado, triste y, sobre todo, el molino picado, el diente agudo y el estómago débil.” (p.103). Más adelante, en la segunda parte, su talante taciturno se manifiesta incluso con más enjundia: “Ya era noche oscura y más en mi corazón. En todas las casas había encendidas luces; empero ni alma triste siempre padeció tinieblas” (II,I,6). Justina, por el contrario, es la viva imagen de la alegría. En el “Prólogo sumario”, se hace una descripción de la protagonista: “Justina fue mujer de raro ingenio, feliz memoria, amorosa y risueña […]. De conversación suave, única en dar apodos…” (p.21). Un poco más abajo, ella misma se detalla en la misiva que escribe al mismísimo Guzmán como: “la festiva, la de aires bola…. la entretenedora, la aldeana de las burlas…” (p.21). La carta redactada en vísperas de su tercera boda, vendría a contraponer expresamente ambos talantes. No deja de ser paradójico que Justina, vivo reflejo de la vida independiente y libre de la picardía, contemple contraer nupcias y, para más socarronería, con Guzmán, a quien consagra reiteradas chacotas.
En el Libro primero se resalta el concepto de la picardía jocosa y libre con la relación hiperbólica de los antecedentes familiares de Justina, que se remonta a sus pícaros tatarabuelos (titiriteros, jugadores, gaiteros, tamborileros, etc.). A través del dilatado abolengo “parlero” y “festivo” de Justina, se demuestra que la protagonista es “pícara de a macha martillo” y que es pícara de casta. Justina satiriza los Estatutos de Limpieza de Sangre y ridiculiza la problemática del “honor” hereditario, que tanta importancia tenía en la época (recordemos que el propio Rodrigo Calderón, a quien está dedicada la obra, falsificó y compró escudos y linajes).
Anotamos más ejemplos de esta índole que tienen en el Guzmán el referente, aunque en la pluma de su creador, arroguen un humor más ácido y corrosivo. El Libro segundo de “La pícara romera” se inicia con la salida de Justina del mesón de los padres. Una vez huérfana, empujada por “el gusto me lleba” (lema que aparece en el emblema de la nave alegórica), inicia sus andaduras picarescas en la romería de Arenillas. Guzmán también deja su hogar con el “deseo de ver mundo”. Sin embargo, mientras la experiencia de Justina está llena de regocijo y alegría, la del pícaro esta embriagada de tristeza y desengaño. Guzmán padece angustias de toda índole, como la indigestión que sufre en la venta con el emplasto de huevos, porque siente: “crujir entre los dientes los tiernecitos huesos de los sin ventura pollos” (p. 104). El platillo le provoca nauseas y vómitos, y  hace que se arrepienta de su partida.
Las correrías de Justina la llevan a encuentros jocosos como la aventura con la troupe de la Birgonia, cuadrilla de estudiantes que intenta aprovecharse de ella. La pícara consigue zafarse del grupo y salir fortalecida, gracias a su destreza e ingenio. La comicidad del episodio es una burla más hacia los pícaros de talante triste y pesimista, tan alejados del carácter de nuestra protagonista. Ciertamente, Justina, a pesar de sus tropiezos, consigue llevar una vida picaresca feliz, itinerante y gozosa. Su deambular campante la lleva a varios lugares: en León, veremos desfilar a gentes y costumbres a través de su mirada; en Mansilla, la pícara se enfrenta a sus hermanos; en Rioseco, se burla de las hilanderas y de la vieja morisca. Un viaje de ida y vuelta que finalizará de regreso al pueblo como “pícara novia”. Todas sus andaduras responden a una picardía libre y jocosa opuesta a la secta de la melancolía “herejía de la picaresca” de su modelo. Ante la mirada alegre, chocarrera y risueña de la vida picaresca de Justina, se opone la vida taciturna y desilusionada de su homólogo masculino. La pícara Justina sigue, en este sentido, a relatos de otros autores renacentistas que interpretaban esta existencia como:“expresión de la libertad, audacia e ingenio humanos”(Damiani,1982, p. 15).Esta misma mirada optimista la recoge Cervantes en La ilustre fregona donde:“Allí (en la organización picaresca) campea la libertad…allí van o envían muchos padres principales a buscar a sus hijos y los hallan; y tanto sienten sacarlos de aquella vida como si los llevaran a dar la muerte” (p.104). Juan de Luna honra las virtudes de esta existencia en la Segunda parte del Lazarillo: “la vida picaresca es vida, que las otras no merecen este nombre. Si los ricos gustasen, dejarían por ella sus haciendas” (p. 114).
No se detiene aquí la invectiva satírica contra el Guzmán, que alcanza al tono y estilo afectados de su prosa. Conforme a la práctica pedagógica de intención salvadora y ejemplarizante de la novela (heredada de la doctrina clásica y prosa doctrinal), Alemán introduce un registro solemne y grandilocuente. Mañero Lozano (2012) cree que esta ingeniosidad rompe con las exigencias estéticas de los manuales de estilo de la época, que indicaban ajustar las palabras a la materia que trataban; materia humilde, palabras humildes; si graves, al contrario. Guzmanillo exhibe un talante pomposo que discrepa con su menesterosa casta (desavenencia que también asume la Segunda parte apócrifa, 1602). Grave disidencia que, probablemente, incitó al autor de La pícara Justina y favoreció su furibunda parodia de los guzmanes (Mañero Lozano, 2012). Sermonea Guzmán sobre la inexperiencia de la juventud:

Bien es verdad natural en los de poca edad tener corta vista en las cosas delicadas que requieren gravedad y peso, no por defecto del entendimiento, sino por falta de prudencia, la cual pide experiencia, y la experiencia tiempo. Como la fruta mal sazonada no tiene sabor perfecto, antes acedo y desabrido, así no le ha llegado al mozo su maduro. Fáltale el sabor, la especulación de las cosas y conocimiento verdadero de ellas. Y no es maravilla que yerre; antes lo sería si acertase (p.292).

En sentido contrario, el Libro de entretenimiento sigue los preceptos estilísticos deseados, es decir, la feliz y alegre vida picaresca de Justina se narra con picaril estilo, esto es, jacarandino, que es el más apropiado para este tipo de relatos. Justina defenderá el registro llano, acomodado a su estirpe:

Y entended que las manchas de la vida picaresca, si es que se ha de contar y cantar en canto llano, son como las del pellejo de pía, onza, tigre, pórfido, taracea y jaspe, que son cosas las cuales con cada mancha añaden un cero a su valor. (p. 26)

Su herencia salerosa y parlanchina le sirve para ridiculizar las digresiones opulentas y sentenciosas de Guzmán como se observa su discurso jacarero:

Colegirás de mi leyenda que soy moza alegre y de la tierra, que me retoza la risa en los dientes y el corazón en los ijares, y que soy moza de las de castañeta y aires bola… (p. 84)

La pícara hace gala de una plática digresiva de sello bufonesco, proyectada con gran “donaire y gracia”, mezclando ideas sin ligazón. Una habilidad comunicativa que incluirá el uso de motes, apodos e insultos hacia sus interlocutores. De su madre nos dirá que: “parecía sierpe de armas con la lengua fuera”, y del tocinero de Arenillas que era:“muy gordo de cuerpo y chico de brazos que parecía puramente cuero lleno ”. Su peroración jacarandina incluirá dichos y refranes populares de claro sabor folclórico:“Golpe de cobre nunca mató a hombre” (p.289);“Taberna sin gente, poco vende” (p.436); o “Quien no trae soga, de sed se ahoga” (p.280).Es la exaltación de la picardía libre, exenta de decoro y decencia donde predominan el placer, la ilusión y el deleite. Justina utiliza los mismos recursos lingüísticos de los escritores bufones, liberando su discurso de la carga sermoneadora del Guzmán.
Nada queda a salvo en ese universo de chanza y chacota, la estructura constructiva de la novela no recibe mejores favores: el formato externo del Libro de entretenimiento está concebido burlescamente para parodiar la estructura del Guzmán (el cual habría tomado como modelo los tratados doctrinales para su composición). Si la novela de Alemán consta de tres libros en cada una de sus partes, con capítulos que oscilan entre ocho y diez, la disposición de La pícara Justina abruma visualmente, porque linda lo hiperbólico: un “mamotreto” de cuatro libros; el primero, en tres capítulos; el segundo, en tres partes, y cada una de ellas, en capítulos (dos, cuatro y cuatro respectivamente); el tercero, en seis capítulos, y el cuarto, en cinco capítulos. Los capítulos a su vez –excepto los del libro tercero y cuarto-, se dividen en números (de dos a cuatro) excepto os titulados “De las dos cartas graciosas” y “Del bobo atrevido” (cap.3 P.II, 2L y cap.3 P.III, 2L). A los cuatro libros les precede: una “Tabla desta arte poética”, un “Prólogo al lector”, un “Prólogo sumario de ambos tomos”, y una “Introducción general”. Cada número se inicia con un poema, que funciona como suma del contenido, y acaba con un “aprovechamiento” de infructuosa moralización. El conjunto escrito sigue la rancia tradición escolar y otros libros como la Lozana andaluza[12]con empaque de tratado erudito más que de narración autobiográfica[13], aunque su autor inserte en él la materia vil de una redomada pícara.

Conclusiones
El impacto que la publicación, en 1599, tuvo el Guzmán de Alfarache, en la literatura europea del siglo XVII, se puede comparar por el número de ediciones que conoció. En efecto, tuvo más reediciones que el propio Quijote, en esa centuria, y fue modelo de muchos autores epígonos. De estas continuaciones sobresale, por su alambicamiento barroco (complejidad conceptual y estilística), el Libro de entretenimiento de la pícara Justina, concebido como un libro de burlas para entretener a la corte que se había trasladado a Valladolid. Las huellas que el Guzmán de Alfarache deja en La Pícara Justina indican que el autor de la pícara conocía el texto de Alemán y la preceptiva retórica perfectamente y,en un ejercicio de renuencia, refunde y reutiliza los rasgos más reconocibles del género(personaje, ascendencia abyecta, determinismo, moralización, didactismo, etc.), desvirtuando el discurso de su modelo. El autor de La pícara Justina cree que Alemán falsea la arenga bufonesco-picaresca (Lazarillo), y, como reacción, propone un libro anti-Guzmán al que imita jocosamente.
En resumidas cuentas, La pícara Justina es una sátira tácita contra los fines y estructura del Guzmán. Su autor concibe la tradición picaresca como un espacio de diversión, donde la crítica social debe hacerse en tono jocoso, exenta de moralizaciones explícitas. A través del disparatado discurso de Justina, el autor pretende desmitificar la prodigalidad de algunos escritores y tergiversar el arte poética del canon. Un ejercicio focalizado en deformar, simultáneamente, como un espejo esférico, los componentes temáticos y formales más importantes del Guzmán, y suplantar la taciturna vida del pícaro por la gozosa existencia de Justina.

Referencias bibliográficas:
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_______(2012). Guzmán de Alfarache. Edición de Luis Gómez Canseco. Madrid: Real Academia Española.
Bartolomé Mateos, M.G. (2000). “Algunos aspectos burlescos de La pícara Justina”. Iberoromania, 51, pp. 58-72.
Bataillon, M.(1982)[1969].Pícaros y picaresca. Traducción de F. Rodríguez Vadillo. Madrid: Taurus.
Blecua, J. M. (1977). “Bodas de Guzmán de Alfarache con la pícara Justina. Pliego suelto de 1605”. En Homenaje a don J. M. Lacarra de Miguel en su jubilación del profesorado (pp. 299-305). Tomo 5. Zaragoza: Publicaciones de la Universidad.
Calzón García, José Antonio (2002). “Los planos narrativos en los prólogos y en la introducción de La pícara Justina”, Hesperia. Anuario de Filología Hispánica, V. pp. 33-49.
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[1] Sobre los aspectos satirizados en el Libro de entretenimiento, remito al trabajo de María Gema Bartolomé Mateos, 2000, pp. 58-72.Los núcleos temáticos satirizados en La pícara Justina van desde la burla al lector, la obsesión genealógica relacionada con la limpieza de sangre, algunos personajes reales de la corte, los diferentes gremios, varios monumentos leoneses, localizaciones, etc.
[2]En este aspecto, La pícara Justina sigue la senda oral de facecias, empleada por los bufones de los reyes o grandes señores como la Crónica burlesca de Francesillo de Zúñiga (bufón de Carlos V) o la obra de Gaspar Lucas Hidalgo, Diálogos de apacible entretenimiento (1605).
[3] Aunque en la portada de la edición príncipe se lee que el libro fue compuesto por el licenciado Francisco López de Úbeda, la autoría de la obra empezó a ponerse en cuestión cuando Cervantes, en un pasaje no parco de ambigüedades del Viaje del Parnaso (1614), alude al autor de La pícara Justina como eclesiástico. Varios han sido los candidatos propuestos por la crítica a lo largo de la historia como au­tores de La pícara Justina: La figura del religioso Andrés Pérez se consideró la más plausible hasta que, en 1895, Pérez Pastor documentó la existencia del licenciado Francisco López de Úbeda, médico, natural de Toledo. Sin embargo, la exhumación de unos documentos del Archivo Histórico Provincial de Valladolid, en 2004, p.214, por Anastasio Rojo Vega, ha cambiado el rumbo de la autoría del libro. El legajo recoge un acta notarial fechada el 18 de abril de 1605, en el que se transcribe la cesión de la compra y venta del libro titulado La pícara e incluye la compra realizada anteriormente por Diego Pérez a Fray Baltasar Navarrete, antiguo propietario del libro, ante Cristóbal de Santiago. La relación existente entre el libro de La pícara y Baltasar Navarrete ha llevado a investigadores (Rojo Vega, 2004 y Navarro Durán, 2007) a apostar por la figura del dominico como la opción más plausible. Mañero Lozano, 2012, vincula a “Úbeda” con el “grupo de escritores toledanos que gravitó en torno a la figura de Lope” y anota al­gunos puntos en común con el autor de la Elocuencia española en arte, Jiménez Patón.
[4] Leemos en la Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache: “Esto propio le sucedió a este mi pobre libro, que, habiéndolo intitulado Atalaya de la vida humana, dieron en llamarle Pícaro, y no se conoce ya por otro nombre”, cito por la edición de Rosa Navarro Durán (2011, p. 421).
[5] Cito siempre La pícara Justina por Rosa Navarro Durán, 2007.
[6]El pliego fue descubierto en el Catálogo Bonsoms de la Biblioteca de Cataluña (sig.10854) por J. Manuel Blecua, quien lo publicó, en 1977, con una nota introductoria.
[7]Para Bataillon (1982) el autor de La pícara Justina conocía la Segunda parte del Guzmán (1604), la Primera de 1599 y la apócrifa de 1602. A nuestro parecer, sí creemos que este pasaje pudo inspirar al autor de La pícara Justina, y por tanto, debemos afirmar que su autor conocía, efectivamente, la Segunda parte de Mateo Alemán.
[8] La investigadora analiza una cita literal de La picara Justina que aparece en la princeps de los Sueños de Quevedo (1626), concretamente en el pasaje del Sueño de la muerte, dedicado a los “habladores ”:pujo de de­cir necedades, como si hubiera tomado alguna purga confecionada de hojas de Calepino de ocho lenguas. La interpolación aparece en el (Libro 2, parte 2, cap. 4, núm.5) de La pícara Justina, titulado “Del engaño meloso”. Para Tobar: “esta encaja perfectamente desde el punto de vista temático en el tipo de los “habla dorísimos” descrito por Quevedo y presenta el mis­mo estilo satírico-burlesco que los Sueños(p.335). La ligazón de los textos, a través de la cita, le sirve a la estudiosa para asentar su teoría que identifica al bachillerajo, Antón Pintado, con Guzmán.
[9]J.M Oltra, 1985, pp. 79-84 identifica, por el contrario, a Antón Pintado con Andrés Pérez, autor de la Vida de San Raimundo de Peñafort (1601).
[10] Sobre la matraca discursiva de Guzmán de Alfarache, véase: Gómez Canseco, 2012, Darnis, 2012, y Micó, 2009.
[11] Mañero Lozano (2012)señala que se trata del tópico de la mujer parlera.
[12] Para Mañero Lozano (2012, p. 62) el autor del Libro de entretenimiento pudo apoyarse parcialmente en el modelo de la Lozana andaluza (tratado ad jucundum), para la parodia de los procedimientos retóricos del tratado doctrinal: “tal vez sugirió, desde los confusos y desordenados “mamotretos” o “capítulos doctrinales” de la Lozana andaluza. Una interesante perspectiva más tarde asumida en La pícara Justina para desautorizar, por vía de imitación paródica, la configuración tratadística del Guzmán”.
[13]Antes estaría relacionada y sería deudora de textos religiosos como el Breviloquium of st. Bonaventure y la Monarchia mystica de la Iglesia, hecha de hieroglíficos (1604) o la Vida de san Raimundo de Peñafort (1602). En el número primero “Del fisgón medroso” (Cap. I, L.I), leemos que Perlícaro echa en cara a Justina que quiera contarnos su vida “a enviones de capítulos y sobretones de números, como si fueran las obras del buen san Buenaventura”.

Cuatro pícaras seiscentistas

Disponible on-line la tesis doctoral:

Cuatro pícaras seiscentistas 

en el repositorio de la Universidad de Barcelona.
Para accecer a ella, clicar el enlace:

https://www.tdx.cat/handle/10803/401331

Novedad editorial: La pícara y la novela picaresca, de Mireia Baldrich

En este ensayo sobre el personaje de la pícara y la novela picaresca en la literatura española del Siglo de Oro, el lector encontrará, por un lado, el retrato de las cuatro pícaras literarias, exponentes de la llamada picaresca femenina: Justina, Elena Teresa y Rufina, protagonistas absolutas de La pícara Justina (1605), de López de Úbeda, La hija de Celestina, de Salas Barbadillo (1612), Teresa de Manzanares (1635) y La Garduña de Sevilla (1642), ambas de Alonso de Castillo Solórzano; por otro, el estudio sobre las transformaciones formales y temáticas que la nueva endogamia sexual de la protagonista impone a la poética picaresca tradicional. ¿Son las pícaras mozas de muchos amos? ¿Ascienden socialmente, y de qué manera? ¿Pasan hambre? ¿Son narradoras de sus vidas? ¿Se arrepienten de sus actos pecaminosos? ¿Poseen un espíritu errante y viajero? Estos son algunos de los interrogantes que plantea esta investigación, y a los que la autora proyecta un atisbo de respuesta, que dejan ver el avance y el valor de estas narraciones en relación con los textos modélicos de los que parten.


Mireia Baldrich, La pícara y la novela picaresca. KDP, 2019
Disponible en Amazon 
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ENTRADA DESTACADA

Segunda parte del Lazarillo. Amberes, 1555: un relato de poco alcance.

Que el Lazarillo de 1555 supone un retroceso artístico con respecto a su antecesor de 1554 es indiscutible. La Segunda parte anónim...